Cotejar fuentes es una de las tareas imprescindibles de todo buen historiador, sea la época que sea: restos fósiles, herramientas, abalorios, cerámicas, pinturas, ingenierías, papiros, pergaminos o legajos...
Cuando se trata de saber, con rigor y máxima certeza, lo sucedido hace miles de años, cuando la humanidad está aprendiendo a escribir y por ello transita de la Prehistoria a la llamada Edad Antigua, esta tarea es imprescindible y cabe decir que suele servir para situarnos en un arco temporal aproximado, de ningún modo definitivo.
La fundación de enclaves, puertos o ciudades antiguas está llena de incertidumbres, generadas por las contradicciones entre lo que dicen las fuentes escritas, llenas de rumores y lugares comunes, y lo que nos muestran, al datarlos, los restos materiales encontrados. Y en esa disputa, la antigüedad tiene puntos...
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